CUSTOMIZACIÓN: hacer iguales a todos los diferentes.
De todas las modas y procesos de marketing que vienen y van, hay una que lleva varios años asentada en Internet, casi sin que nos hayamos dado cuenta: la customización o personalización.
La idea no surge de la nada: como siempre, es un modelo que viene de la era preinternet. Los modelos de customización más famosos empezaron con las hamburgueserías que ofrecían hamburguesas que podías personalizar; hubo incluso una lucha con anuncios de televisión de por medio para saber qué establecimiento las personalizaba más. Al final, el cliente se hacía su producto a medida, único y solo para él. Además, en la mayoría de los casos, quitaba ingredientes, lo cual abarataba el producto aunque se seguía vendiendo al mismo precio. Negocio redondo, ¿no?
Detrás de las hamburguesas vinieron los cafés de Starbucks, que creo que ya van por 150.000 personalizaciones diferentes. Después vinieron las webs de automóviles, de zapatillas deportivas, de relojes, de carcasas de móvil, de camisetas, de productos artesanales, de “Pocoyós”, de retoque fotográfico, de redes sociales… Todas con la misma idea: vendemos un producto que se puede personalizar y tú lo haces único y particular.
La realidad es que se trabaja con un número de personalizaciones diferentes y, en muchos casos, el factor diferenciador es precisamente lo que nos hace iguales. Somos todos el mismo target: personas a quienes les gusta un producto individualizado, diferente, y que quieren hacerlo “suyo”. Facebook, Instagram y las demás redes sociales añaden una pizca de ego: la red social es la misma, pero tu biografía personaliza tu timeline; además la gente aplaude lo diferente que eres y… voilà: éxito asegurado.
Quizás, al leer este post, te estás dando cuenta de que el 90% de las campañas actuales están basadas en esto, y a partir de ahora las verás por todas partes.
“Be different, my friend”